Credit: Aunque sigue brillando el sol en la economía mundial, se ven más nubes en el horizonte (iStock por GettyImages).

Medidas de política para sostener el crecimiento y prevenir los riesgos

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Cuando los ministros de Hacienda y gobernadores de los bancos centrales del G-20 se reunieron el pasado mes de octubre, se respiraba una sensación de optimismo en torno a la recuperación de la economía mundial y la oportunidad de aplicar reformas muy necesarias.

La próxima semana, cuando vuelvan a reunirse en Buenos Aires, centrarán su labor en las políticas necesarias para proteger esta recuperación de los riesgos a la baja y respaldar el crecimiento en el futuro.

Lo bueno es que la dinámica de crecimiento ha seguido ganando fuerza y se observa ya en tres cuartas partes de la economía mundial.

Pero, aunque sigue brillando el sol en la economía mundial, se ven más nubes en el horizonte. Es el caso de la creciente preocupación por las tensiones comerciales, el aumento de la volatilidad que han experimentado los mercados financieros en los últimos tiempos y la mayor incertidumbre geopolítica.

Además, el repunte que se esperaba para 2018 y 2019 terminará perdiendo fuelle, por lo cual las perspectivas a mediano plazo serán complicadas en muchos países, sobre todo en las economías avanzadas.

Por esta razón, los países deben aplicar políticas para prevenir los riesgos a la baja, reforzar su capacidad de resistencia y promover un crecimiento a mediano plazo beneficioso para todos. Ha llegado el momento de adoptar medidas de política audaces y sacar el máximo provecho de este período de crecimiento mundial.

Perspectivas mundiales

En enero, el FMI mejoró sus previsiones para el PIB mundial hasta el 3,9% para 2018 y 2019.

¿Qué hay detrás de esta dinámica? Sobre todo, factores cíclicos: el crecimiento mundial se ha visto impulsado por la sorprendente fuerza de la inversión y el comercio, y el dinero y el crédito siguen fluyendo con facilidad tanto a nivel nacional como internacional.

Este año y el próximo, se espera que las economías avanzadas registren un crecimiento superior al de su potencial a mediano plazo, que sigue siendo débil. Según las proyecciones, en los países emergentes y en desarrollo el crecimiento seguirá fortaleciéndose a corto plazo, respaldado por la ligera mejora de las perspectivas en los países exportadores de materias primas.

Así que, efectivamente, la actual dinámica mundial se mantiene sólida. Y sí, hay medidas concretas que deberíamos adoptar para asegurarnos de que sigue así.

Les destacaré cinco prioridades:

  1. Evitar el proteccionismo

Las autoridades responsables de la política económica deben trabajar juntas de forma constructiva para reducir las barreras comerciales y resolver los desacuerdos sin tener que recurrir a medidas excepcionales. Deberían asegurarse de que los derechos de importación anunciados recientemente por Estados Unidos no se traduzcan en un aumento generalizado de las medidas proteccionistas. Sin duda, la historia económica demuestra que las guerras comerciales no solo perjudican al crecimiento mundial, sino que son imposibles de ganar.

Sabemos que los derechos de importación pueden provocar considerables daños autoinfligidos, incluso si los socios comerciales no contraatacan con sus propios aranceles.

Sabemos también que el proteccionismo es pernicioso, porque causa estragos sobre todo entre los consumidores más pobres, que compran productos importados de precio relativamente más bajo. Dicho de otro modo, perjudicar al comercio es malo para la economía y para las personas.

Asimismo, crear nuevos obstáculos al comercio no es forma de abordar los desequilibrios económicos mundiales, sino que es fundamental hacerlo con medidas fiscales. Entre ellas están reducir el déficit en Estados Unidos para que la deuda pública tome una senda sostenible y reforzar la inversión en infraestructura y educación en Alemania.

Además, es importante que quienes se ven afectados negativamente por la globalización y los avances tecnológicos reciban un mayor apoyo, para que puedan invertir en sus competencias y optar a trabajos de mayor calidad.

  1. Prevenir los riesgos financieros

Para prevenir los riesgos a la baja es necesario abordar también la acumulación de deuda en los sectores público y privado tras un largo período de condiciones financieras favorables.

De media, el nivel de deuda pública de las economías avanzadas del G-20 se ha situado en el 114%. A escala mundial, el nivel de deuda de soberanos, empresas y hogares registra máximos históricos.

Esto genera vulnerabilidades financieras. Imaginemos un escenario en el que coinciden un aumento inesperado de la inflación y un endurecimiento repentino de las condiciones financieras mundiales. Estos cambios podrían provocar correcciones en los mercados financieros, preocupación por la sostenibilidad de la deuda y reversiones de los flujos de capital en los mercados emergentes.

A fin de mitigar estos riesgos, los países deberían aprovechar la dinámica actual para acumular reservas fiscales (creando un mayor margen de maniobra para cuando llegue la desaceleración) y aplicar activamente las políticas macro y microprudenciales. En las economías emergentes, la flexibilidad del tipo de cambio puede ayudar a mitigar los shocks externos.

  1. Acelerar las reformas económicas

A pesar de estar centradas en proteger la actual recuperación, las autoridades responsables de la política económica deben fomentar también un crecimiento a mediano plazo más fuerte y de base más amplia.

Dar impulso al crecimiento es importante sobre todo para las economías avanzadas del G-20. El año pasado, su PIB se situó, de media, un 15% por debajo de la línea de tendencia de antes de la crisis de 2008, mientras que los países de mercados emergentes se mantuvieron cercanos a esta línea.

Es decir, estas economías avanzadas necesitan un incremento sostenido del crecimiento, que vaya mucho más allá de la recuperación actual.

Para elevar la productividad y el crecimiento potencial, los países pueden dar un nuevo impulso a las reformas, sobre todo en los mercados laborales.

Por ejemplo, los países del G-20 se han comprometido a reducir la brecha de la tasa de participación en la fuerza laboral entre hombres y mujeres en un 25% antes del año 2025, lo cual permitiría crear aproximadamente 100 millones de puestos de trabajo nuevos. Para alcanzar este objetivo, algunos países deberán intensificar sus esfuerzos, mientras que otros —como Alemania, Australia, Brasil, Japón y el Reino Unido— registran ya avances significativos.

Estas y otras reformas de gran calado son más contundentes y fáciles de aplicar cuando la economía goza de mejor salud. En otras palabras: es el momento.

  1. Fomentar un crecimiento más inclusivo

Para que el crecimiento sea más sostenible, tiene que ser más inclusivo. Es prioritario dar forma al futuro del trabajo para que beneficie a todos los ciudadanos. Por ejemplo, una iniciativa canadiense reciente demostró que la capacitación práctica en el trabajo puede resultar más eficaz que la enseñanza presencial. Ahora más que nunca, es importante reducir la brecha de capacitación, porque la revolución digital está transformando los puestos de trabajo y las industrias. McKinsey calcula que 375 millones de trabajadores, lo que equivale al 14% de la fuerza laboral mundial, podría correr el riesgo de perder su trabajo antes de 2030.

Nadie sabe con seguridad qué nos depara el futuro, pero parece evidente que vamos a necesitar medidas de política.

Por ejemplo, nuevos análisis del FMI indican que es posible lograr un reparto más amplio de los beneficios de la innovación tecnológica, ajustando impuestos y prestaciones e incrementando el gasto público en educación y capacitación.

  1. Reforzar la cooperación internacional

Es indispensable trabajar conjuntamente para garantizar un crecimiento fuerte, sostenible, equilibrado e inclusivo. El comercio, la competencia tributaria, el cambio climático, la lucha contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo... la lista de ámbitos que requieren una mayor y no menor cooperación internacional es larga. Si me lo permiten, quiero resaltar dos aspectos:

El G-20 puede ejercer su liderazgo en todos estos frentes y, en el proceso, garantizar también la recuperación y fomentar un crecimiento compartido por todos.