El crecimiento inclusivo y el FMI

Hace cuatro años, en el Foro Económico Mundial de Davos, la Directora Gerente del FMI, Christine Lagarde, advirtió sobre los peligros que encerraba la creciente desigualdad, tema que ahora ha pasado a primerísimo plano en la agenda mundial de de políticas.

Es cierto que las investigaciones del FMI sobre la desigualdad han acaparado la atención, pero no son más que uno de los varios ámbitos en los que la institución ha incursionado en los últimos años. El marco unificado que abarca todos estos estudios puede sintetizarse con dos palabras: crecimiento inclusivo.

La idea es crecer, pero cerciorándose de que no se descuiden los siguientes aspectos:

En pocas palabras, el denominador común de nuestras iniciativas es que todas procuren fomentar la inclusión, es decir, brindar una oportunidad para que todos puedan lograr una vida mejor.

Estas no son solo palabras bonitas; pulse cualquiera de los enlaces resaltados y verá cómo el FMI está incorporando el tema de la inclusión en sus operaciones diarias.

La inclusión es importante, pero sin duda también lo es el crecimiento. “Para que a todos les toque un trozo más grande del pastel se necesita un pastel más grande” (Lipton, 2016). Cuando promovemos el crecimiento inclusivo, no estamos propugnando modelos como los de la antigua Unión Soviética o la actual Corea del Norte; esos son ejemplos de “miseria inclusiva”.
Por eso, un componente importante de la agenda del FMI sigue siendo comprender cuáles son las fuentes de la productividad y del crecimiento a largo plazo y cuáles son las políticas estructurales necesarias para el crecimiento.

Globalización e inclusión

El FMI se fundó con el propósito de fomentar la cooperación internacional. Por eso, para nosotros la inclusión se refiere no solo a que la prosperidad sea compartida dentro de un país sino también entre todos los países del mundo. Los canales que permiten lograr este cometido son el comercio internacional, los flujos de capital y la migración. Es por esto que defendemos firmemente la globalización, pero sin dejar de reconocer que algunos de sus efectos provocan descontento, y que es mucho más lo que se podría hacer para compartir la prosperidad derivada de la globalización.

Un mayor crecimiento debería ayudar a aliviar parte de ese descontento, como sostiene el economista de Harvard Benjamin Friedman en su libro sobre las consecuencias morales del crecimiento económico. Friedman demuestra que, a lo largo del amplio arco de la historia, un crecimiento vigoroso que beneficie a un segmento más grande de los ciudadanos de una sociedad está asociado con actitudes más tolerantes hacia los inmigrantes, un mejor aprovisionamiento para los integrantes desaventajados de la sociedad y un afianzamiento de las instituciones democráticas.

Sin embargo, la estrategia de formular políticas que de entrada generen un crecimiento inclusivo tendrá efectos más duraderos que la estrategia de dejar que el crecimiento se “filtre”.

Políticas para un crecimiento inclusivo

“Pre-distribución” y redistribución: A largo plazo, para brindar oportunidades más igualitarias se necesitan políticas que brinden a todas las clases de la sociedad un mejor acceso a una buena educación y a buenos servicios de salud. Pero esta solución no es fácil y no se puede lograr de un día para el otro. Por lo tanto, a corto plazo, las políticas de ‘pre-distribución’ deben complementarse con redistribución: “se debe recurrir a políticas de transferencias y a impuestos más progresivos para que los beneficios económicos de la globalización lleguen a más gente” (Obstfeld, 2016).