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El financiamiento del gobierno con dinero del banco central

Hay países de América del Sur que en los últimos años han modificado sus leyes de bancos centrales para permitir que el banco central financie al gobierno. ¿Deben otros países seguir este camino?

En un trabajo reciente argumento que esta política es inconveniente, pues elimina un elemento central de las reformas de la banca central en América Latina que ocurrieron en las últimas dos décadas y que contribuyeron de manera importante a alcanzar una inflación baja y estable en la mayoría de los países de la región.

Impacto económico

En el corto plazo, el financiamiento del gasto público por parte del banco central tiene ciertos beneficios, pero también acarrea costos. El aumento en el gasto del gobierno tiene un efecto multiplicador sobre el resto de la economía que tiende a dinamizar la actividad económica. Sin embargo, el crédito que le concede el banco central al gobierno puede también generar presiones inflacionarias y un deterioro de la cuenta corriente de la balanza de pagos. Para mitigar estos efectos negativos, el banco central debería absorber al menos una parte de la liquidez que ha creado, pero esto podría presionar al alza las tasas de interés y con ello reducir el consumo y la inversión del sector privado.

En el largo plazo el financiamiento del banco central al gobierno solo tiene efectos negativos. Un banco central que se dedica a financiar el gasto del gobierno pierde credibilidad como institución autónoma que formula la política monetaria sin interferencias y con horizontes que van más allá del ciclo político. La credibilidad de los bancos centrales es la que ha permitido que su política guíe las expectativas de inflación de la población hacia los niveles bajos y estables que han prevalecido en la mayor parte del mundo en la última década. Esa misma credibilidad es la que permitió a los bancos centrales actuar decididamente durante la crisis financiera mundial del 2008 para otorgar liquidez a los bancos en problemas, contener el colapso de los mercados de crédito y, posteriormente, adoptar una política monetaria contra-cíclica que evitó que la recesión se prolongue. Esa expansión monetaria no redujo la confianza de los mercados en la política monetaria y en los bancos centrales en general y, por tanto, tampoco genero inflación.

Desde una perspectiva histórica, en América Latina el financiamiento del gasto del gobierno y, en general, del déficit fiscal por parte del banco central constituiría una vuelta al pasado. Durante todos los periodos de alta inflación, que en América Latina alcanzó un promedio de casi 500 por ciento en 1990, el crédito del banco central representó una fuente importante de financiamiento del déficit fiscal.

Las consecuencias sociales negativas del aumento persistente y descontrolado de los precios llevaron a los países latinoamericanos—al igual que en otras partes del mundo—a reformar su legislación monetaria para prohibir o restringir el financiamiento del gasto público con dinero del banco central, como piedra angular de la lucha contra la inflación.

Prácticas internacionales

¿Qué podemos aprender de cómo regulan hoy los países el financiamiento del banco central al gobierno a nivel mundial? Una revisión de la legislación pertinente en una muestra de 152 países miembros del FMI revela los siguientes criterios:

La historia económica de los últimos años nos enseña que los bancos centrales tienen un rol gravitante en el buen funcionamiento de las economías, manteniendo una inflación baja y estable, en tiempos normales, y apuntalando el nivel de actividad en escenarios recesivos. Pero esto sólo es posible si los bancos centrales conservan la confianza de la gente; para lo cual se los debe dejar actuar sin interferencias del gobierno ni de los intereses del sector privado.