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Apoyar a los migrantes y las remesas durante la propagación de la COVID-19

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Por Saad Noor Quayyum y Roland Kangni Kpodar

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Así como la COVID-19 ha tenido un impacto desproporcionado en algunas comunidades en comparación con otras, a nivel global el virus ha tenido un impacto negativo sobredimensionado sobre los trabajadores migrantes.

Quizá sorprenda que, pese a la desalentadora experiencia que atraviesan los trabajadores extranjeros en el exterior durante la pandemia, el efecto sobre las remesas —el flujo de dinero que envían a sus países— ha demostrado resistir bien en muchos casos. Pero esta tendencia podría revertirse. La difícil situación de los trabajadores migrantes en los últimos meses ha demostrado la necesidad urgente —ahora mayor que nunca— de darles apoyo, a ellos y a sus familias en sus países.  A continuación, ofrecemos algunas sugerencias.

Las dificultades del trabajador migrante

A raíz de la pandemia, muchos trabajadores extranjeros en el exterior han perdido su empleo, y existe información generalizada sobre trabajadores extranjeros recientemente despedidos y bloqueados en los países de acogida sin medios para volver a su país.

Los migrantes, muchos de los cuales son indocumentados, suelen hacer frente a una carga mayor que los trabajadores locales al perder su empleo. No suelen tener acceso a redes de protección social o a cheques de estímulo, medidas que proporcionan un colchón a sus homólogos locales. Este es especialmente el caso de los indocumentados o de quienes tienen visados temporales de trabajo.

Al mismo tiempo, muchos trabajadores migrantes tienen poco o ningún acceso a la atención sanitaria. Los alojamientos en situación de hacinamiento, junto con condiciones de trabajo deficientes, los coloca en una situación de mayor riesgo de contraer el virus.

También es posible que vivan con miedo a ser deportados, ya que varios países han endurecido las leyes de inmigración a raíz del brote de coronavirus.

Perspectivas de las remesas

No sorprende, pues, que se esperara que la pandemia afectara a las remesas a medida que los países que emplean a un gran número de trabajadores extranjeros entraban en recesión. Además, los cientos de miles de trabajadores migrantes que trabajan en los principales países productores de petróleo también han sufrido las repercusiones de la caída del precio del petróleo, que ha empañado las perspectivas de los países del Consejo de Cooperación del Golfo y de Rusia.

Las remesas que los migrantes envían a sus países son una fuente fundamental de financiamiento externo. El año pasado superaron el 5% del PIB en 57 países. El dinero se dirigió principalmente a los hogares de bajo ingreso. En el contexto de la actual crisis sanitaria, la necesidad de este ingreso es acuciante.

En abril, el Banco Mundial estimó que las remesas caerían un 20% en los países de mediano y bajo ingreso. Esta estimación es coherente, en líneas generales, con las proyecciones que se obtienen al aplicar la elasticidad de las remesas ante el crecimiento —observada durante la crisis financiera mundial de 2008— a las proyecciones de junio de 2020 de las Perspectivas de la economía mundial del Fondo Monetario Internacional.

Sin embargo, el crecimiento se mantuvo relativamente fuerte en los países en desarrollo de bajo ingreso durante la crisis financiera, por lo que la necesidad de remesas en los países receptores no era tan urgente como lo es ahora.

Para ayudar a los trabajadores migrantes, ahora más que nunca son imprescindibles respuestas de política económica adecuadas y oportunas, tanto por parte de los países receptores como emisores de remesas. Los trabajadores en el exterior suelen realizar funciones esenciales —en la atención sanitaria, la agricultura, la producción y el procesamiento de alimentos— y a menudo ponen en riesgo sus vidas para llevar a cabo sus trabajos.

En sus países de origen, las autoridades podrían aumentar su apoyo a los hogares vulnerables, en especial en aquellos países en los que la caída de las remesas ha sido más grave. A medida que las remesas se agotan, las transferencias monetarias bien focalizadas y la ayuda alimentaria pueden ser especialmente útiles para proteger a los hogares pobres y a quienes están en riesgo de volver a caer en la pobreza.

Los migrantes que retornan pueden necesitar capacitación para ser reabsorbidos por el mercado laboral. El acceso al crédito puede ayudarlos a comenzar un negocio en caso de que las oportunidades en el mercado formal de trabajo sean limitadas.

Los gobiernos podrían modificar las regulaciones para facilitar los flujos y, al mismo tiempo, minimizar los riesgos de un uso no apropiado. La relajación de los límites sobre cuánto puede transferirse por medios digitales (mediante teléfonos móviles, por ejemplo), sería útil. Proporcionar incentivos tributarios a los proveedores de servicios de transferencias de dinero para compensar la reducción de las tarifas, como hizo Pakistán durante la crisis financiera mundial, puede ser una iniciativa acertada. Programas como el de Bangladesh, en el que los emisores de remesas reciben un 2% en efectivo, también pueden apoyar los flujos de remesas. Aumentar la competencia del mercado entre los proveedores de servicios de remesas también puede disminuir los costos.

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