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Evaluar el riesgo climático mediante pruebas de tensión de la resiliencia financiera

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Por Tobias Adrian, James Morsink y Liliana Schumacher

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A medida que la sociedad se prepara para los posibles estragos que podría provocar el cambio climático, resulta fundamental estimar el alcance de los shocks que pronto podrían afectar a la economía. Una manera de cuantificar los efectos de shocks potencialmente sistémicos que podrían propagarse por el sistema financiero es realizar «pruebas de tensión», un proceso analítico debidamente diseñado que, durante décadas, han utilizado el FMI, el Banco Mundial y los supervisores financieros para planificar escenarios detallados con el objetivo de evitar futuras crisis financieras.

Medir los riesgos

Un nuevo trabajo del personal técnico del FMI [incluir enlace] destaca las pruebas de tensión de la resiliencia financiera frente al riesgo climático, como una nueva e importante herramienta. Las pruebas de tensión frente al riesgo climático estiman las maneras en que afectaría al sistema financiero una crisis climática, tanto a escala mundial como país por país.

Las pruebas de tensión capturan cómo un shock financiero inicial, como por ejemplo un deterioro repentino del crecimiento económico o una caída de los precios inmobiliarios, puede ampliarse a todo el sistema financiero. Esto incluye los vínculos entre las instituciones financieras y el funcionamiento corriente de la economía, entre la solvencia y los problemas de liquidez, entre los gobiernos y las instituciones financieras y entre las propias instituciones financieras.

Las pruebas de tensión cuentan con un largo historial de éxito a la hora de responder a la pregunta de si las instituciones financieras, como por ejemplo los bancos y las compañías de seguros, serían capaces de continuar suministrando servicios financieros de suma importancia, incluso en el contexto de los escenarios más adversos. La inclusión de factores relacionados con el clima a la metodología existente de pruebas de tensión contribuiría a que los dirigentes públicos y del sector privado se prepararan para un amplio abanico de posibles shocks financieros que podrían desencadenar los peligros climáticos.

Una adaptación constante

Para mantener su efectividad, las pruebas de tensión deben adaptarse a los nuevos riesgos. Inicialmente, las pruebas de tensión se centraban en la resiliencia de instituciones financieras individuales. La crisis financiera mundial de 2007-09 desató el interés por las metodologías de pruebas de tensión dirigidas a cuantificar los riesgos para el sistema financiero en su conjunto (las denominadas pruebas de tensión «macroprudenciales»). A lo largo de los años, el FMI también ha mejorado sus instrumentos de análisis macrofinanciero y ejercicios de escenarios, ampliando el marco de las pruebas de tensión para abarcar un margen más amplio de amenazas.

Los riesgos físicos, derivados de los daños materiales, y los riesgos de transición, resultantes de los cambios en las políticas y las tecnologías que afectan a la transición mundial hacia una economía con bajas emisiones de carbono, forman ahora parte de las pruebas de tensión que realiza el FMI. Las pruebas de tensión recientemente perfeccionadas ofrecen evaluaciones del impacto potencial de estos riesgos sobre la estabilidad financiera y el crecimiento económico.

Ya se han introducido los posibles riesgos físicos de desastres naturales en algunas pruebas de tensión del FMI, en concreto en el caso de pequeños Estados insulares como las Bahamas, Jamaica y Samoa. Se han utilizado los desastres naturales como shocks que desencadenan escenarios adversos (por ejemplo, un gran huracán que causa pérdidas materiales y perjudica el turismo). Las pérdidas directas se materializan en la destrucción o la disminución del valor de activos y garantías, lo que afecta al valor de la exposición de las instituciones financieras frente a empresas y hogares. En algunos países, el total de las pérdidas económicas ha superado el 200% del PIB, como en el caso del huracán María que golpeó Dominica en 2017. En el futuro, las pruebas de tensión de los riesgos físicos captarán cada vez más los efectos macrofinancieros de desastres naturales más frecuentes y más grandes.

Las pruebas de tensión relacionadas con la transición hacia una economía de bajas emisiones de carbono son un ámbito nuevo y en rápida evolución. Es probable que surjan shocks de transición a medida que la economía mundial se aleje de las industrias que dependen de recursos no renovables, como es la industria del carbón. Las instituciones financieras podrían incurrir en pérdidas en exposiciones frente a estas empresas, cuyos modelos de negocio no giran en torno a los aspectos económicos de las bajas emisiones de carbono. Estas empresas podrían encontrarse en una situación en la que disminuyen sus beneficios, sus negocios se ven afectados y los costos de financiamiento aumentan debido a las medidas de política, el cambio tecnológico y los cambios en el comportamiento de los consumidores y los inversionistas. Estos riesgos pueden materializarse especialmente si el cambio hacia una economía con bajas emisiones de carbono se produce de forma brusca (como consecuencia de no haber tomado medidas previas), está mal diseñado o no se coordina a escala mundial. En adelante, un próximo paso fundamental en el desarrollo de las pruebas de tensión para los riesgos de transición será capturar los efectos «de segunda ronda», en los que un descenso de los precios de los activos conduce a ventas forzosas, lo que deprime aún más los precios de los activos y genera un círculo vicioso y un mecanismo que amplifica el shock inicial.

La inclusión de factores relacionados con el clima a las pruebas de tensión contribuirá a que las autoridades económicas, los responsables empresariales y los inversionistas puedan anticipar las amenazas relacionadas con el clima. De esta manera, el FMI y el Banco Mundial pueden ofrecer un valioso aporte a los funcionarios de un amplio abanico de instituciones, entre ellas bancos centrales, organismos de supervisión, centros de estudio y del ámbito académico, y contribuir a que la sociedad se prepare ante emergencias futuras que requerirán una respuesta rápida y ágil.

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