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La economía mundial frente a una contracorriente fuerte y compleja

(Versión en English)

La economía mundial enfrenta una contracorriente fuerte y compleja. Por un lado, las grandes economías se están beneficiando de la caída del precio del petróleo. Por el otro, en muchas partes del mundo, el deterioro de las perspectivas a largo plazo está haciendo merma en la demanda, y generando un fuerte reflujo.

La semana pasada publicamos en Pekín, China, la actualización del informe Perspectivas de la economía mundial. El dato para la economía mundial es que, si bien prevemos un crecimiento más vigoroso en 2015 que en 2014, nuestras previsiones son ligeramente más bajas que en octubre. Concretamente, para 2015 proyectamos un crecimiento mundial de 3,5%; es decir, 0,3% más que en 2014, pero 0,3% menos que lo previsto en octubre. Para 2016, pronosticamos un crecimiento de 3,7%, lo que también representa una revisión a la baja respecto de la última edición de Perspectivas de la economía mundial.

A nivel del país, la contracorriente complica las cosas. Es positiva para los importadores de petróleo y negativa para los exportadores. Es positiva para los países importadores de materias primas y negativa para los exportadores. Continúa la lucha para los países cicatrizados por la crisis, y no para otros. Se benefician los países más vinculados al euro y al yen, y se perjudican los que están más vinculados al dólar. En resumen, muchas combinaciones distintas, muchos casilleros distintos, y países en cada casillero.

Querría explayarme un poco al respecto.

El precio del petróleo ha bajado de alrededor de US$100 el barril en junio a menos de US$50 hoy. Esta caída repentina parece deberse en gran medida a un giro imprevisto de la estrategia de la OPEP, que ha decidido mantener la misma oferta pese al aumento constante de la oferta de productores ajenos al grupo y del descenso de la demanda mundial. Nuestra expectativa es que los factores que impulsan esta caída sigan vigentes y que, por lo tanto, la disminución de los precios resulte en gran medida —pero no completamente— persistente.

Para los importadores de petróleo, esto es bueno. La baja de los precios hace subir el ingreso real, reduce los costos de producción de las empresas, y ambos factores estimulan el gasto. Este efecto puede ser muy potente. Si, por ejemplo, el consumo de petróleo es igual a 3% del PIB, una caída de 50% refleja un aumento del ingreso real de 1,5%, que equivale a una fuerte expansión fiscal. Otra consecuencia puede ser un retroceso de la inflación, lo cual sería beneficioso en otra época, pero en el contexto actual de demasiada poca inflación y tasas de política monetaria cercanas a cero es un motivo de preocupación. Sin embargo, en términos netos, no nos cabe mucha duda de que para los importadores de petróleo el efecto es muy positivo.

Para los países exportadores de petróleo y para las empresas dedicadas a nuevas formas de producción de energía, la situación claramente es mala. En la medida en que la disminución de los precios sea persistente, los países exportadores de petróleo tendrán que recortar el nivel de gasto público. Los que tienen márgenes de protección sustanciales o tipos de cambio flexibles pueden tomarse más tiempo para hacer ajustes. Otros quizá tengan que hacer ajustes más drásticos. En ese contexto, los efectos adversos en Rusia y Nigeria probablemente sean muy fuertes. Algunas empresas de energía quizás enfrenten riesgos financieros. Sin embargo, los riesgos sistémicos —ya sea por suspensiones de pago de países o empresas— parecen ser limitados.

Otro factor importante es el movimiento de los tipos de cambio. Desde agosto, el dólar se ha apreciado en términos reales 7%, y el euro y el yen se han depreciado 3% y 10%, respectivamente. Si bien la apreciación del dólar puede restarle impulso a la recuperación de Estados Unidos, constituye indudablemente un ajuste positivo. Estimulará la demanda en dos economías grandes –la zona del euro y Japón— y quizá las ayude a salir del bajón actual.

Lamentablemente, estos factores positivos se ven superados por otros negativos en una serie de ámbitos. Una de las principales decepciones de 2014 fue la baja tasa de crecimiento en Japón. El crecimiento sostenido en Japón requiere dos cosas: mayor demanda privada a corto plazo y mayor crecimiento potencial a mediano plazo. Tanto la demanda privada interna como la externa han defraudado últimamente, y el ímpetu de la reforma estructural aún parece demasiado débil como para mejorar las expectativas en torno al crecimiento futuro y estimular la inversión.

A nivel más general, hemos revisado a la baja la evaluación del potencial de crecimiento de muchos países. Las razones varían. El impacto del descenso de los precios de las materias primas que comenzó en 2011 en las perspectivas de crecimiento de América Latina se está poniendo de manifiesto. Lo mismo ocurre con África subsahariana. Rusia está aquejada por una combinación de males, desde la incertidumbre y el clima de inversión desfavorable hasta las sanciones y el abaratamiento del petróleo. En China, por otra parte, la disminución gradual del crecimiento a menos de 7% en 2015 refleja una decisión acertada de reorientar la economía hacia el consumo, alejándola del sector de bienes raíces y de banca paralela. Sin embargo, esta disminución del crecimiento a su vez está afectando al resto de Asia.

¿Qué significa todo esto en resumidas cuentas? Si miramos los países avanzados, nuestras previsiones reflejan la creciente divergencia entre Estados Unidos, por un lado, y la zona del euro y Japón, por el otro. Para 2015, hemos revisado el crecimiento de Estados Unidos al alza, a 3,6%, y el de la zona del euro y el de Japón a la baja, a 1,2% y 0,6%, respectivamente. Algunas de las revisiones a la baja más marcadas afectan a los mercados emergentes, sobre todo de África subsahariana, las economías de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) y América Latina. Fueron más ligeras en las economías emergentes de Asia, cuyo crecimiento sigue siendo muy elevado, sobre todo las economías líderes como India y China.

Como es de costumbre, hay riesgos para las previsiones. Los riesgos a la baja más obvios son los de estancamiento de la zona del euro y Japón. En ambos casos, sigue siendo crítico usar las tres flechas (tomando una expresión de la Abeconomía); a saber, la política monetaria, la política fiscal y las políticas estructurales. Los riesgos de otro episodio de turbulencia vinculado al aumento de las tasas estadounidenses a corto plazo están presentes, pero son limitados. Algunas empresas de mercados emergentes endeudadas en dólares también podrían resultar vulnerables a presiones adicionales generadas por un dólar fuerte e ingresos escasos debido al bajo nivel de los precios de las materias primas.

Aun así, querría concluir esta nota con más optimismo. Evaluar los efectos favorables de la caída del precio del petróleo es difícil en el contexto actual. Quizá termine brindando un mayor estímulo del que implican nuestros pronósticos. En otras palabras, cuando volvamos a vernos en la primavera, quizá veremos que nuestras previsiones fueron demasiado pesimistas. Ojalá así sea.

Escuche un tête-à-tête (en inglés) con Blanchard sobre el estado de la economía mundial.

Vea un vídeo (en inglés) de Blanchard, del FMI, sobre la contracorriente que enfrenta la economía mundial.

Vea el infograma (en inglés).